Batman the dark knight
Christopher Nolan vuelve, e inserta en su ya zigzagueante filmografía una segunda versión de
Batman
bajo su firma. La disparidad de la que hablamos tiene que ver en primer
lugar con que el nombre de Nolan aparece en la escena independiente
norteamericana con
Following
, un experimento de sobriedad notable para un recién egresado. Pero
rápidamente se produce la primera discordancia, y un Nolan con bastantes
mas privilegios pretende revolucionar la narrativa con el bluff que
significó
Memento
, que sin embargo terminó de posicionarlo como un director de industria, pero con “estilo”. Le siguió la correctísima
Insomnia
(como
Memento
para adelante y con estrellas), para luego ganarse la disputada responsabilidad de retomar
Batman
desde su episodio cero (
Batman Begins
) que diera utilidades suficientes para encarar de la misma forma su secuela,
The Dark Knight
. La ecuación cierra, pero es mirando en detalle y mas allá de los
números y el marketing que la distancia entre ambas películas parece
abismal; se trata de la mayor contradicción en la filmografía de Nolan, y
la mas afortunada, porque
The Dark Knight
es fundamentalmente moral y no pirotécnica.
Batman/Bruce Wayne (Christian Bale) regresa para continuar su guerra
contra el crimen. Con la ayuda del teniente Jim Gordon (Gary Oldman) y
del Fiscal del Distrito Harvey Dent (Aaron Eckhart), Batman se propone
destruir el crimen organizado en la ciudad de Gotham. El triunvirato
demuestra su eficacia, pero, de repente, aparece Joker (Heath Ledger),
un nuevo criminal que desencadena el caos y tiene aterrados a los
ciudadanos.
Para entender el cambio y con el afán de probar algunas de estas contradicciones es que nos referiremos a
Batman Begins
.
En ella, vemos una vez mas el trauma capital donde el pequeño Bruce
Wayne presencia el asesinato de sus padres; la causa psicológica
elemental que todo superhéroe que se precia de tal DEBE
tener. Los villanos del género por lo general carecen de razones en su
actuar, simplemente “son casos perdidos de un manicomio” y por ello no
obtienen exculpación alguna, incluso si sobresalen en carisma y simpatía
por sobre el superhéroe; están destinados a representar el lado oscuro
de la causa.
Si bien no tanto por problemas raciales sino criminales (aunque todos
los criminales pertenezcan siempre a culturas inmigrantes como italianos
o afroamericanos), La Liga es una organización de asesinos de masas de
la cual Bruce Wayne aprenderá y se revelará en combate por aparentes
motivos éticos, los que contradecirá brutalmente al enfrentarse en su
regreso a la decaída Ciudad Gótica, donde todo discurso queda opacado
por el gozo cinematográfico de la exterminación civil con armas de
última tecnología. Todo este entramado científico-místico (no es eso el
nazismo?) conduce a la película a consolidar la figura -ya de Batman- en
posteriores secuencias de “fierro”, es decir, toda aquella diversión
fetichista derivada de los choques, explosiones, carreras motorizadas y
juego armado. Incluso el ingenuo Jefe de la Policía con el insulso
nombre de Gordon, el único defensor de la seguridad civil a través de la
burocracia, debe en una secuencia hacerse cargo del Batimovil, y no
puede evitar liberar su furia asesina en uno de los “gag cómicos” de la
película. Finalmente “el bien se impone”, la limpieza reluce en Ciudad
Gótica, salvo por la amenaza incipiente del Guasón que adelanta la
secuela,
The Dark Knight
.
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